lunes, 12 de diciembre de 2011

(Re)caída libre

Hace tanto que no escribo por aquí que he releído las entradas anteriores para recordar mi línea editorial. Y he visto que ya había comentado lo que venía a confesar: que sólo me acuerdo de ésto cuando necesito hablar con alguien. Que sé que nadie me está escuchando, pero yo voy y lo suelto, así como quien no quiere la cosa.

Hoy me he vuelto a caer en la nieve. Hacía ya semanas que no me caía de esta manera. Los últimos meses han sido terribles en ese sentido: el mes de octubre fue el peor en años. Por suerte, las cosas empezaron a enderezarse cuando decidí expulsar de mi vida a quien no me hacía tanto bien como presumía, y a partir de ahí las cosas empezaron a calmarse. Pero hoy estoy triste, y eso, a su vez, me hace estar preocupada. Es realmente desesperante ver que las cosas ni siquiera tienen que torcerse para que me dé por torcerme a mí. Que cualquier tontería me vuelve a hacer caer (véase la segunda entrada, la que habla de mi cuerda). Que sigo comportándome como una niña malcriada que apaga el móvil y deja a la gente preocupada porque sólo quiere llamar la atención. Que, una vez más, han tenido que venir a rescatarme, porque a mí me faltaban las fuerzas hasta para respirar.

Pensaba que podía llevar una vida tranquila, pero cuando estoy inmersa enelmardelatranquilidad, ¡zas! Me vuelvo a caer. Y de verdad que me desespero y me frustro cuando analizo la situación y veo que lo que me ha hecho caer es, con perdón, una gilipollez supina. Porque no lo entiendo, porque no me entiendo, porque no consigo comprender cómo es posible que algo tan absurdo pueda meterme en la cama durante horas, llorando sin parar. Porque en realidad sí que sé el porqué, que es mi cuerda, pero eso no significa que lo entienda. Entonces empiezo a llorar otra vez, se me nubla la vista, me ahogo, me mareo, porque no entiendo nada, porque parece que ésto nunca va a parar, que nunca se acabará, que me voy a pasar la vida cayendo por aquí y por allá a la mínima de cambio.

Porque en días como hoy me odio tanto, tanto que me entran ganas de matarme.